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viernes, 31 de octubre de 2014

Pero las locas no tuvimos que elegir la lucha o la vida.
En nosotras, al igual que en las trans o en todas las diversas, nuestra mera existencia es en sí misma una disidencia al sistema.
Y es por eso que, por nuestra condición de locas, nos expulsan de los trabajos, nos alejan de los hijos de nuestros vecinos, nos dejan las aceras vacías por la calle. Nos niegan y nos expropian de ese estilo de vida horrible que corresponde seguir a "lxs normales". Nos aislan a diario; una vez tras otra nos encierran y de diez mil maneras diferentes nos matan.
Es por eso que nosotras siempre lo tuvimos más fácil para empezar la lucha. Siempre lo tendremos más fácil para seguir en las barricadas.
Porque mientras para otras comenzar ese camino hacia lo prohibido, hacia el enfrentamiento, hacia la piel armada es arriesgar el cuerpo a la cárcel y a las balas, para nosotras la lucha es la única forma posible de escapar del encierro. La única vía de escape de las agujas y las camisas de fuerza, la única alternativa para salir de los muros.
Al igual que las pobres, y que las desterradas. Al igual que todas las que no existen para este sistema y a las que éste no ofrece otro lugar que el exterminio. Nosotras, simple y llanamente, no tenemos más opción que la batalla.
Y eso -que no deja de ser horrible- para las que no concebimos la vida si no va de la mano de la búsqueda de una libertad a todo riesgo, no es más que una terrorífica, pero hermosa ventaja.
Porque es, por eso, también, la lucha el único lugar donde nos sentimos seguras. Y felices. Y el único espacio en que sanamos.
Y porque al conseguir que la vida fuera de las trincheras sea más horrible y más fiera que en la guerra, no puede haber nada en el campo de batalla que pueda darnos miedo.
Porque a quienes nos lo han arrebatado todo, ya sólo nos quedan batallas por ganar.

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